quarta-feira, agosto 01, 2007

NOTA 1:
À cerca de uns 5 anos atrás uma recente web Catalã sob a temática do alpinismo/escalada lançava (em tom de brincadeira e divertimento) um informal concurso para apurar o melhor relato entre os seus utilizadores. Animado por Férran “CaraNorte” o idealizador e webmaster deste pequeno evento lá me pus a escrevinhar umas frases no meu péssimo castelhano sobre uma viagem, ou melhor, sobre a nossa primeira viagem aos Picos da Europa e ao seu majestoso Naranjo de Bulnes numa época que já nem recordo, quando os animais ainda falavam e nós usávamos pés-de-gato de bota com a bela da peúga e éramos muito inconscientes (esta ultima talvez ainda não esteja desactualizada).
NOTA 2:
Desculpem-nos todos aqueles que realmente dominam a língua castelhana e aqueles que de todo não a compreendem.
NOTA 3:
As fotos são realmente de muito má qualidade (para não dizer péssimas) mas resultam de uma câmara muito, muito rasca e de uma actual fraca digitalização, pois na altura não existiam e tampouco imaginávamos o que seriam as câmaras digitais.


¡Urriello... un pan duro de roer!


¡Está brillando el sol! Los rayos de luz están intentando romper entre los espesos nubarrones negros que marcaron el clima de los últimos diez días y que de una forma sutil han marcado fuertemente nuestras mentes y nuestra personalidad. Estamos en Potes, en el corazón de los Picos de Europa. Pero ha sido la grandeza de estas montañas que ha fulminado directamente hasta el centro de nuestros jóvenes corazones. Llenamos el coche de combustible para volver a casa, y con las pocas pesetas que nos restan compramos unos gigantescos bocadillos. Al mismo tiempo que saciamos nuestra hambre, el silencio invade nuestros pensamientos y miramos con indeferencia, perdidos en la distancia de nuestras miradas, al resto de la gente. No realizamos nuestro objetivo, nuestro sueño, pero partimos felices y profundamente marcados por las vivencias compartidas.


Pero…volvamos el tiempo un poco más atrás…


Hace más de una década, éramos unos chavales llenos de ilusiones. Ilusiones con las chicas, ilusiones con las rutas, las paredes, las montañas…ilusiones con la vida. Soñábamos con una vida curtida por la rudeza de las montañas, con las grandes paredes que aparecían en las fotos de las revistas, con las rutas que estábamos abriendo cerca de casa. Soñábamos en escalar las famosas rutas de los Alpes, las tapias de Yosemite, las agujas de Patagonia, los grandes picos del Himalaya, todo esto sin creer en la dureza y en las dificultades de la propia vida. Tan inocentes que éramos… ¡sentíamos que teníamos el poder de mudar el mundo!


Éramos entonces estudiantes, y si por un lado teníamos tiempo libre, por otro no teníamos dinero. Todos los fines de semana, hiciese sol o lluvia, marchábamos religiosamente a escalar en una zona cercana a nuestra ciudad en el grande y antiguo coche del padre de Nuno (sólo él tenía edad para conducir) o entonces en autobús. Era todo un campo de aprendizaje y de vivencias. Ahí vivíamos de Viernes a Domingo, en una vieja y mal armada tienda, al sonido de la música de Bob Dylan y de Ramones, al mejor estilo hippy de las historias que leíamos sobre Bridwell y el Campo 4 del valle de Yosemite. Si bien que la época del free-climbing ya no era lo mismo, nosotros manteníamos vivos los pantalones blancos y la cinta al pelo, al tanto que forzábamos las antiguas rutas o nos dedicamos a explorar y abrir nuevas vías, elevando el grado en “nuestra” pequeña escuela, rompiendo un poco con los mitos tradicionalistas. Cómo éramos felices…


Desde la primera vez que habíamos mirado una foto de la cara Oeste del Naranjo de Bulnes, habíamos pactado que en el día que nos sintiéramos preparados marcharíamos a intentar escalar esta fascinante e histórica pared. Desde ese día, solo teníamos una imagen en nuestra mirada: el grandioso Picu Urriello.


Durante todo el año estuvimos entrenando, imaginando y soñando con el día de la partida. Teníamos mucha ilusión, pero poco dinero. Sólo quedaba un par de semanas de uno caluroso Setiembre para el comienzo de las clases. Entonces percibimos que... ¡o era ahora o sería el próximo verano! ¡Entonces, que sea AHORA!


Embriagados por un enorme sueño, partimos cargados con todos nuestros trastos en una estrellada y dulce noche de final de verano. A medida que nos aproximábamos al Norte, la fresca brisa de la noche invadía nuestros pulmones de aire y nuestras mentes de libertad.Mareados de tanta emoción, los pensamientos estaban lejos…colgados de las tapias del Urriello y los vagarosos kilómetros quedaban al Sur perdidos en la oscura y desierta carretera.


La niebla estaba cerrada, la visibilidad casi nula, la noche fría…y nosotros felices al llegar a Fuente De. No nos creíamos que hubiésemos llegado al corazón de los Picos de Europa. A la mañana siguiente, el sol brillaba en el cielo y nuestra miradas brillaban al ver y sentir estas magnificas montañas. Apresuradamente, salimos sendero arriba con unas gigantescas mochilas a la espalda. Levábamos una vieja tienda prestada, sacos de dormir, algo de ropa (¡pensando que sería siempre verano!), el material de escalada (cuerdas, empotradores, friends, cintas…) y la comida que suponíamos ser suficiente para los diez días de estancia a los pies del Picu (suponíamos que haría siempre sol y estaríamos todo el día escalando, por lo que comeríamos poco, apenas algo más por la noche… ¡qué ingenuos chavales!).


Legamos a Vega de Urriello completamente extenuados por la marcha de varias horas cargados como caballos desde Fuente Dé (desconocíamos la subida por Sotres), pero el sol iluminaba radiantemente la cara Oeste del Naranjo de Bulnes. Por momentos nos quedamos paralizados en una mezcla de fascinación, cansancio, emoción. Estábamos delante de la montaña y de la pared que nos había quitado noches de sueño, llenado de ilusión, rellenado nuestros pensamientos. ¡Qué alegría y qué miedo nos daba esta gran pared! No me pude contener, subí la pedrera hasta su base y extendí mi mano para sentir la suavidad abrasiva de esta roca y el calor de su corazón. Jamás olvidaré la sensación de este momento. Jamás olvidaré el toque de esta caliza, y su efecto en mi interioridad.


Nuno “Larau”, mi compañero de viaje, también tenía la emoción estampada en su rostro. Montamos la tienda, arrumamos nuestros trastos, cenamos mirando la pared y nos acostamos en uno profundo y tranquilo sueño en nuestro nuevo hogar. ¡Qué bellas son estas montañas!


Me despierto por la mañana muy temprano sintiendo algo de frío. Oigo uno ritmado y constante sonido en el techo de la tienda. - ¡Hostia, está lloviendo! Saco la cabeza fuera de la cremallera y lo que miro es una Vega de Urriello invadida por la niebla y de una fina, fría y persistente lluvia. La temperatura también ha descendido mogollón.- ¡No te preocupes, Miguel! ¡Hoy es nuestro primer día, tenemos nueve más y esto seguro que pasará!, habla Larau medio dormido, medio despierto. Ya más tranquilo, dando razón a las palabras de Larau, vuelvo a embreñarme en el calor de mi saco. Hoy tenemos de descansar, mañana ciertamente será un bonito día de escalada.


El segundo día de bonito nada, pues nace lluvioso. Para nuestro desespero, el tercero también. En estos días nos limitábamos ha hacer alguna visita al refugio para hablar con la gente y a quedarnos encerrados en la tienda comiendo, durmiendo y a oír las fuertes gotas de agua que venían de los cielos.


El cuarto, nace gris pero la lluvia no se hace sentir. - ¡Seguro que hoy va ha llover, pero si fuéramos rápidos podríamos al menos llegar a la cumbre del Picu por la cara Sur!, dice Larau con voz entusiasmada.- ¡Sí…pienso que sí, meternos en la Oeste con estos nubarrones es demasiado incierto!, le contesto.Salimos temprano y a toda velocidad, contornando esta montaña en dirección a su cara Sur. No fuimos los únicos en tener esta idea y teníamos tres cordadas por delante. Una cordada de ingleses ya bastante arriba y otras dos en el primer y segundo largo. - ¡Hostia, tanta gente!Sólo nos resta aceptar, pues ya se sabe como es la Sur…es la cara más accesible para alcanzar la cima. Esperamos un rato, pero el cielo está oscureciendo y entonces decidimos empezar la escalada. La única forma de hacerla rápidamente y ultrapasar las lentas dos cordadas que tenemos delante es escalar al ensamble. Así lo hacemos y escalamos con bastante rapidez los largos y temprano estamos en la última reunión. Metemos las cuerdas en la mochila y con precaución subimos el anfiteatro. Llegamos a la cumbre poco después de los ingleses. Nos abrazamos y los británicos nos sacan unas fotos. Ellos se marchan y nosotros nos quedamos solos y en silencio en esta cumbre. No sé cuanto tiempo nos quedamos ahí arriba, pero para mi ha parecido una hipnótica eternidad. Las otras cordadas llegarán…y se marcharán…nosotros nos quedamos…en silencio. Estábamos viviendo un sueño y mi sentía en una absoluta tranquilidad. Por increíble que parezca, en estos momentos unos rayos de sol rompieran las negras nubes e iluminarán las montañas de alrededor. Una inmensa emoción invadió nuestra interioridad y una fuerte felicidad nuestro espíritu.


Sólo las frías gotas de lluvia nos despiertan de nuestras ilusiones. - ¡Tenemos que bajar! Destrepamos el anfiteatro, rapelamos los largos de abajo y salimos corriendo por el sendero. Llegamos a Vega de Urriello, empapados de agua pero con una enorme sonrisa en nuestros rostros. Sólo nos falta una cosa para atingirnos nuestro “nirvana”: llegar a la cumbre del Naranjo de Bulnes por su cara Oeste.


Al inicio de la noche empezamos a preparar nuestra cena y es entonces que nos deparamos con una imprevista realidad: ¡nos sobra muy poca comida! Uno de los pasatiempos en los anteriores días de lluvia, encerrados en la tienda era comer, de manera que al final de este cuarto día apenas teníamos una decena de galletas, un trozo de pan, un poco de queso y alguno sobre de sopa. No teníamos un duro para ir a comer al refugio y tampoco para bajarnos a alguno pueblo a comprar alimentos. Solo teníamos dos hipótesis: o marchábamos ya para Portugal, o entonces intentábamos sobrevivir seis días más a los pies del Picu Urrielo.


Optamos por la segunda hipótesis y empezamos a delinear nuestra estrategia para conseguir algo de alimentos. Solo teníamos dos oportunidades de conseguirlo: una por la mañana y otra por la noche.


Nos habíamos enterado que todos los días a la primera hora de la mañana, el guarda del refugio llegaba a la explanada delante del edificio y descargaba un saco lleno de trozos de pan (que los clientes no comían en la noche anterior) al suelo para regalar a su caballo de porteos. Pero también para nosotros esto era un regalo… Solo teníamos de despertarnos, esperar un rato e impartir este banquete con nuestro amigo caballo. Casi todos los días conseguíamos unos cuantos trozos de pan para el desayuno.


La segunda oportunidad era a las primeras horas de la noche, cuando los ricos clientes del refugio se retiraban al comedor para saciar su intensa hambre. Nosotros esperábamos unos largos minutos y entonces entrábamos también en el comedor. Rápidamente hacíamos una revisión con la mirada a las mesas y memorizábamos aquellas en que la gente dejaba de sobra pan en la cesta. Entonces hacíamos nuestra investida. Con una formal delicadeza juvenil, nos dirigíamos a los clientes y preguntábamos si era posible regalarnos alguno trozo de pan, visto que no lo irían a consumir. De la reacción de las personas a esta cuestión, obtuvimos innumeras contestaciones: unas positivas y agradables, otras negativas y muy tristes. Nuestro primero intento fui a un guía de montaña y a su ayudante que guiaban a un numeroso grupo de americanos. Su contestación fui dura, directa, fría y arrogante: ¡NO! Larau y yo nos quedamos blancos y bloqueados delante de tamaña arrogancia y marchamos desilusionados y confusos, como perros duramente reprehendidos por algo inocente. Esa noche, un ultimo sobre de sopa instantánea con galletas rellenó nuestros estómagos.


Al otro día la lluvia continuaba, y también las ganas de escalar, a la medida que decrecía la esperanza. Por la noche decidimos hacer otro intento de conseguir algo del precioso pan.


Acabados de entrar en el refugio vimos como el ayudante de guía salía de la cocina cargado con dos tableros llenos de cestas de pan. Larau interceptándolo momentos antes de entrar al comedor y con un duro ¡espera!, aproximase y empieza a sacar-le el pan. El tío, sin nada poder hacer, limitase nervosamente a decir ¡No!... ¡No!... ¡No!. Larau con una firmeza rara y harto de tanta arrogancia dice: ¡Hombre, cállate y sigue!, ¡esto es nuestra venganza!. Yo no me creía en lo que acababa de mirar, pero con las manos llenas de trozos de pan salimos corriendo del refugio.


Esa noche, encerrados en nuestra tienda, nos hartamos de pan con queso y de tanto reír recordando la expresión del tío al ver el pan de sus clientes huirle de las manos sin nada poder hacer.


Adormecimos al ritmado sonido de la lluvia… y seguramente soñando con el sonido de nuestra respiración, movimientos y libertad en la Oeste del Picu.


Muchas fueran las reacciones de las diferentes personas a nuestra actitud, pero hay una que jamás podremos olvidar: era ya de noche, y entramos en el refugio completamente mojados de la fuerte lluvia que caía sin cesar. Estábamos cansados de esperar, hartos de pan, saturados de tanta agua, tristes con nuestra falta de suerte. Dirigí-me a una mesa donde dos jóvenes familias cenaban alegremente. Los niños, con un aspecto cansado por la caminada de la tarde, comían sus refecciones encantados por estar en un entorno tan bonito como estas montañas.


Aproxímeme de una de las jóvenes madres y en un tono amigable pregunté: ¿Por favor, es posible que ustedes nos pueden regalar alguno trozo de pan? Es que nosotros somos escaladores y el mal tiempo no nos deja escalar y ya casi no tenemos alimentos para permanecer unos días más.


Para mi espanto, la señora mí contestó con una amable delicadeza y mismo con un entusiasmado tono de voz: - ¿oye, como te llamas?- Miguel, le contesté.- Pues Miguel, vos regalamos todo nuestro pan y todos queremos que acepten también dos platos de sopa, pues tenemos aquí de sobra. Yo cuando era más joven, lo que más me encantaba también era viajar. Y como tampoco tenia mucho dinero he pasado por situaciones semejantes a la vuestra. Tenemos todo el placer en ayudarlos.Sintiendo algo de vergüenza, pero extremamente gratos y emocionados, esa noche, cenamos felices la caliente sopa en la amistad de esta gentil gente. Como se ya no bastara, dos de los niños se acercan a nosotros cada uno con una taza de ensalada de frutas en sus manos y con un tono decidido nos dicen:- ¡Esto es vuestro postre!Nosotros sin esperarlo, una vez más somos sorprendidos con tamaña bondad. - Niños, muchas gracias por todo, pero eso es vuestro postre y nosotros no lo podemos aceptar. Solo hay una taza de ensalada de frutas para cada uno de vosotros y como tal no podemos aceptar lo que vos pertenece… - ¡No, esto es para vosotros. Tenéis que tener fuerzas para escalar el Picu Urrielo!, nos contestan. Agradecemos una vez más a todos y comemos este delicioso regalo de fruta. Esta cena calienta nuestros estómagos, pero es la amable amistad de esta gente que nos calienta el corazón.


Sólo nos queda uno día más. Después de mañana tenemos de marchar de regreso a Portugal, pues las clases están empezando y no nos podemos quedar más tiempo. Mañana haremos un último intento… un intento desesperado.


Despertamos temprano…demasiado temprano. El frío se hace fuertemente sentir y el ambiente está húmedo. La niebla cubre toda la Vega de Urrielo. Todo está silencioso. Vestimos toda nuestra ropa y salimos por la pedrera arriba en dirección a la cara Oeste. Empiezo el primero largo de la «Leiva». El frío muerde nuestros cuerpos, pero es esta maligna meteorología que muerde nuestras mentes. Cada movimiento lo sabemos que es sin futuro, cada pensamiento es una profunda cuchillada en nuestras ilusiones.


Llego a la primera reunión y el termómetro marca cero grados. La lluvia empieza tímidamente a surgir y la esperanza se pierde en la lejanía de nuestros pensamientos. Larau llega a la reunión completamente mojado. La lluvia ahora está fuerte y solo tenemos una solución: bajar. Nos sentimos confusos con la vida…como es siempre usual. Nos quedamos unos pocos minutos en la reunión, en silencio, mirando estas montañas, mirando todo…y mirando nada. Nuestros cuerpos quieren bajar…pero nuestros ojos, nuestra interioridad quieren resistir. Jamás olvidaré la desilusionada y distante mirada de Larau, momentos antes de empezar a rapelar.


Despacio, cabizbajos, bajamos la pedrera en dirección a nuestra verde tienda indiferentes a las fuertes gotas de agua. Ya cerca del refugio vemos como un grupo de escaladores míranos desde la terraza. Hoy nadie se ha metido en la pared y uno de ellos grita de lejos:- ¿portugueses?, ¡…sois muy locos!


Al siguiente día hacemos poco entusiasmados el camino de regreso a Fuente De. Colocamos los trastos en el coche y bajamos la carretera.


¡Está brillando el sol! Los rayos de luz están intentando romper entre los espesos nubarrones negros que marcaran el clima de los últimos diez días y que de una forma sutil ha marcado fuertemente nuestras mentes y nuestra personalidad. Estamos en Potes, en el corazón…

Miguel Grillo


Face Oeste do Picu Urriello (Naranjo de Bulnes)

Face Sul

"Larau" no cume!

Cume do Urriello

O nosso grande amigo "El caballo" (e o seu balde cheio de...pão!)

Oeste do Naranjo debaixo de tempestade

Ataque desesperado à Face Oeste




A desilusão perante o eminente abandono

O termómetro marcava 0ºC

Adiós Urriello


6 Comments:

Anónimo said...

Este texto fabulástico merece uma tradução para Tugalês!!
É curioso; ainda hoje, o Paulo Gorjão e eu, comentavamos com nostalgia, os tempos em que escalar na Arrábida, Sintra, ou onde quer que fosse, significava passar as noites sob as estrelas, para no dia seguinte viver uma nova aventura. Hoje parece que a vida está de tal forma acelerada que já quase não disfrutamos dos lugares. Quase não nos apercebemos do que existe á nossa volta, da Natureza, da montanha, do mar... do mundo. Muitas vezes limitamo-nos a viajar de carro, dar o tal "tirinho" e rápidamente (porque se faz tarde!) voltamos aos nossos cantinhos particulares. Não nos livramos dos telémoveis porque o contacto tem de ser permanente. Um contacto frequentemente defendido por razões difusas do tipo: "nunca se sabe..."
Este belo texto transporta-nos para um tempo de incertezas e sonhos, de inocência e irreverência. Transporta-nos para vivências que já são raras nos fugazes dias da actualidade.
Saber aproveitar os momentos, saber admirar os espaços e saber sonhar, também fazem parte deste jogo de crianças grandes que se chama escalada.

Paulo Roxo

Anónimo said...

sois muy locos!, de facto!!!!

Anónimo said...

parabens...

FCS said...

Sem dúvida este texto já merecia a sua língua mãe. Já o tinha lido lá na "caranorte" e não tinha intenção de o ler outra vez... mas mal comecei deixei-me levar e prender pela força do texto. É realmente um pedaço fantástico de memória de uma experiência de um outro tempo, impregnado até ao tutano de um sentimento de "ilusion".

Enfim, permanece como mais um tesouro que ninguém te tira. Fotografia viva de uma idade onde o sonho e a vontade são tudo e a única coisa que se tem. Se não o tinha dito ainda, bravo pelo texto!

Anónimo said...

Excelente descrição de uma aventura fantástica!

Obrigado por partilhares este texto e me fazeres sonhar,
Nuno.

larau said...

É sem dúvida nostalgico,
ler este texto é relamente um acordar para ver um passado que me deixa com bastantes saudades daquilo que era sair do nosso cantinho e destemidamente partir...
Miguel ainda temos mais aventuras pela frente. Trata lá desse ombro, senão arranca-o...